TRANSITOS / Cesar Martinez-Jorge Morales-Jose Manuel Springer

CESAR MARTINEZ   Co-curador del proyecto Madrihuantepec,

Domingo Díaz penetra los muros, es de los días el día favorito, y nos esconde-mostrando en sus obras razones imperceptibles: lo que no vemos genera nuevas visiones y en lo oculto de su esculturas está el imaginario que nos permite pensar en lo que no está. La invisibilidad que sugiere en muchas de sus obras es también una herida abierta en los muros que nos deja ver sus sensaciones y emanaciones de “espacio”… despacio y suave, lentaMENTE un tiempo dilatado que surge como una herida arquitectónica. Adentro de un espacio cerrado está lo que no podemos ver, el trabajo escultórico de Domingo Díaz lo transparenta por lo que suponemos y nos deja mirar el contenido de la metáfora: los fluidos de la vida que se aseguran en la arquitectura que nos cobija.

HERIDA.15x12x3cm.resinapintada

JORGE MORALES MORENO

Finalmente en el colofón del territorio, que es la parte catárquica de la muestra, encontramos las instalaciones de Domingo Díaz, acompañadas por una última de Pedro Déniz. Cuando escribo catárquica me refiero, básicamente, al juego que ambos artistas recrean con sus obras. Sin contraponerse, hacen del espacio un lugar de juego donde Alicia bien podría encontrarse en el país de las maravillas. O al otro lado del espejo. Por ejemplo, Díaz despliega una enorme instalación de una herida que hace a la pared sangrar con gotas de tres metros, o un estilizado agave que se entreteje por la pared, contrapunteados por dos pequeñas instalaciones u arte-objetos que refuerzan el mensaje estético: en un caso, otra herida sobre la pared, ésta pequeña de la que emerge titubeante una gota de sangre, de tal forma que si la viéramos junto con la gigantesca en perspectiva concluiríamos que la pared, además de estar viva, se encuentra herida. El territorio cobra, así, vida en la agonía. En el otro caso, el contrapunto final son dos ojos negros que cuelgan sobre la pared y que parecen verlo todo, incluyendo el asombro de los espectadores. Con el blanco de los ojos sospechosamente rojo, Díaz la ha titulado “Desasosiego”, que sirve de fondo y contexto a la instalación última de Déniz

JOSE MANUEL SPRINGER

La exposición apuesta por una visión como territorio de posibilidades más que una lección de geopolítica y su forma de evidenciar la complejidad del fenómeno migratorio es a través la obra de Domingo Díaz. Sus relieves emanan literalmente de las paredes de la galería para sugerir la invisibilidad de los hombres y mujeres, tratados en las noticias de primera plana como casos de desesperación y problema migratorio (desde Cristóbal Colón hasta nuestros días, la migración es conceptualizada como problema y no como alternativa). ¿Dónde queda el lado humano de estas personas? Probablemente sólo en la memoria de los que han visto de cerca su drama y de los que lo han vivido. El cierre de la exposición se convierte en un acto por humanizar el dolor de la migración, dando forma a la ignominia a través de dos relieves: Sangrante y Herida. La propuesta de Domingo Díaz va a la médula. Extrae de la pared sangre que brota como testigo, gotas gruesas de sangre que, como en la obra de la brasileña Adriana Varejão, emanan de las grietas. Su presencia testifica que la realidad no es sólo lo que percibimos con los sentidos, es lo que está por debajo de la piel, por encima de nuestros pensamientos, dentro de la mirada de desasosiego del inmigrante. Al igual que los indios de México durante la resistencia contra la colonia, que escondían a sus ídolos detrás de paredes las cuales se convertían en un vacío lugar de culto, en la obra de Díaz la memoria del tránsito está oculta en el lugar y sale a la luz cuando la convoca el recuerdo.