OTROS LIMITES
Revista Basa (Julio 1993)
Domingo Díaz utiliza la escultura para aproximarse, con diferentes términos, a disciplinas que mantienen una estructura propia, lo que se quiere decir es que si queremos valorar un lenguaje, hay que emplear un segundo lenguaje que posea cierta conexión con el pero sin disponer de sus propias claves.
Estos ámbitos cercanos son principalmente del dibujo y la arquitectura. Sus esculturas buscan una frontera difusa pero común a estos distintos espacios artísticos. Es precisamente esta aproximación la que le permite afianzarse en el lenguaje más intrínseco de la escultura. Aunque esto pueda parecer paradójico, es perfectamente explicable utilizando la fotografía como catalizador. Al fotografiar su serie de proyecciones, la película registra una realidad difícilmente comprensible. Lo que parece ser la perspectiva dibujada de un volumen, es una pieza cuyo volumen se corresponde con esa perspectiva. Esto desliga la escultura de Domingo Diaz de reminiscencias pictoricistas. Es decir, no se trata de una realidad fotografiable o “pintoresca”, atendiendo a la etimología de esta última palabra. Es indispensable moverse delante de cada una de estas piezas para poder comprender esta realidad engañosa.
Ninguna obra de Domingo Díaz pretende ser un cuadro. Es imposible tener un punto de vista único sobre cada una. No es, por tanto, una cosa en si sino un proceso de relaciones infinitas que trabajan sobre un espacio físico. No se mira pues a una escultura ubicada en un espacio sino más bien el espacio a través de ella. Se trata de piezas carentes de direcciones jerarquizadas, de puntos de vista principales, en provecho de una errancia espacial compleja en la cual los objetivos no han sido revelados.
En una primera lectura de la obra es fácil caer en la vinculación de esas piezas con las perspectivas engañosas del Barroco. En una reflexión más profunda se observa que en estas esculturas se produce una negación del planteamiento Barroco y una vinculación más estrecha con la obra de Pironesi. De hecho, el Barroco dirigía al espectador hacia un climax final después de un recorrido cuyo último objetivo era conocido. En la obra de Pirenesi se produce la ruptura entre el espacio barroco y lo que se puede considerar el espacio moderno. En el Barroco el orden es rígido y la libertad es ilusión, por tanto, no es en absoluto el antecesor del espacio moderno sino que es éste su negación. La obra de Domingo Díaz no está orientada hacia un fin, el centro está en movimiento o al menos desplazado.
Michel Fied nos plantea que lo que distingue radicalmente la esculturas minimalistas de las obras del movimiento moderno es la ausencia de determinación a priori de sus límites. Aunque la escultura de Diaz no se puede calificar de minimalista, si tiene en común esta carencia de limites. Lo que me resulta más innovador en la obra de Domingo Díaz es la capacidad para hacer participe al entorno en sus esculuras. Podemos cogerlas, llevarlas bajo el brazo pero carecen de sentido hasta estar instaladas en un esquina o en una pared. Es entonces cuando extiende su influencia a todo el paramento e incluso al suelo. En ese momento es imposible acotar la obra, ponerle limites o quizás, simplemente, los limites son otros.
Cuatro series interrelacionadas integran sus últimos trabajos: “Esquinas”, “Paredes”, “Proyecciones” y “Fugas”. En ellas se juega con una dialéctica de inversiones y presentan una nota discordante respecto a las referencias del espectador en torno a los marcos eternos e inamovibles de los parámetros que configuran loa habitáculos donde se desarrolla la mayoría de las actividades vitales.
Su conexión con la arquitectura es estrecha. Solo hay que echar un vistazo a los proyectos del grupo americano SITE para encontrar paralelismos formales, aunque conceptualmente partan de premisas diferentes. En ambos hay algo de ironía y sin duda ciertas dosis de humor.
En “Paredes” intenta crear una ilusión óptica en la que el espectador cree ver lo que hay tras la pared. La sorpresa llega al aproximarnos y lo que parece ser un vacio oscuro no es más que una pieza superpuesta en el muro. Sin embargo la paradoja no deja de ser efectiva e irónica. Una clara referencia al Pop se manifiesta en “Abertura”, donde una gran llave abrelatas resulta ser el mecanismo más adecuado para “abrir una ventana”, mientras en “Arañazos” podemos imaginar perfectamente el chirrido que provocaron las uñas al arañar la pared.
Estas piezas surgen de una serie de estudios realizados a partir de la propia geometría y de la propia esencia de los objetos. Así como la geometría es un primer intento de controlar las formas naturales, con los signos se pretende no sólo la racionalización sino incluso la abstracción del Universo como el paso final de los científico.
La obra de Domingo Díaz plantea una serie de cuestiones sobre la relación entre las distintas facetas del arte y nos da a conocer esos espacios fronterizos aún sin explorar del todo, donde pintores, escultores y arquitectos, que trabajan en la actualidad, tienen un gran campo para la investigación.