ESPACIOS FULIDOS / ANGEL SANCHEZ

  1. visat-2-penetrables DÍAZ: DEL EFECTO A LA INVENTIVA

 

El gusano bendice al arado que
lo parte en dos.                           

(Proverbio chino)

 

Casi nunca caminan las Artes al unísono con laHistoria, salvo cuando ésta da en contradecirse o en repetirse hasta la náusea. Cae un muro divisorio( Berlín, 1989  ) , se levanta otro ( Palestina, 2004 ) y amenazan con levantarse más barreras con la razón de la fuerza…

¿Qué hacen los artistas entretanto ? Pintar losmuros con ‘graffiti’, fotografiar el alambre de espinoque los coronan, escupir colores y formas en las tapias de los colegios públicos, tender redes de protesta a lo largo de las calles , todo sea expresar a su modo lo que pueden hacer. Lo que está en su mano para sobrevivir a tanto sorroballo como recibe la Historia de sus presuntos protagonistas.

Domingo Díaz lleva su currículo de individuo sumado a la peripecia común humana, casi siempreapoyándose en los muros, aunque no para mantenerlos, sino  para subvertir su geométrica y normativa gravidez. Las paredes han sido uno de sus soportes predilectos en la década más reciente de su producción artística. Destaca su habilidad para generar climas visuales impactantes. Mas no le bastaba que sus enormes insectos pisaran tierra en los jardines de La Palmita ; debía subirse él mismo por las paredes, elevar la vista a los rincones que simbolizan –  si no definen – lo más elevado: la conciencia.     

Lo hizo para rasgarlos en colgaduras casi ectoplasmáticas , como marco de espejeantes retratos de aire libre, siguiendo la inquietante vía del ilusionismo óptico que nos propuso como poética de urgencia ante la inquietud de los nuevos tiempos. El misterio y la inventiva se resolvían en aquella obra con la impecable factura de quien imagina el acabado como obligada reflexión contemporánea,más allá del hecho estético. Otras veces ha escogidoel canon modular concibiendo elegantes fragmentos de olas que invitaban a ser ocupadas como asientos(Exposición del Edificio Miller ).

En esta ocasión aquellos módulos toman cuerpo cerámico en gres esmaltado, levantan el ánimo y oscurecen la azulada diafanidad habitual. O bien asumen cuerpo metálico y trepan por el muro, desapareciendo en él  y mostrándose a intervalos, sin otra intención aparente que la de crear un ilusionismo visual de fácil seguimiento. Por suerte para quienes los contemplamos, el sentido que suele adjudicarse a la ilusión óptica    ( ‘evasivo’, diría Westerdahl )  invita a múltiples lecturas que pudieran ser integradas – o acaso también disgregarse – en los vericuetos del significado.

Una de ellas es verlos como instrumento transversal del conocimiento de los fluidos corporales, si seguimos el pensamiento del artista cuando los llama Espacios Fluidos, imaginando cómo correría la sangre, el sudor, la tinta seminal, si se subieran por las paredes. Con lo que la metáfora orgánica estaría servida para quienes prefieran la vía presentativa.

Sin embargo caben posibilidades más dialogantes con la teoría del espacio, tal como semuestra habitualmente en la escultura contemporánea, y esta es la novedad representativa que preferimos retener ahora mismo. Tomemos pues esta obra como evaluaciones del espacio mental , y retengamos también la gratificación que la mirada procesa en ella en tanto piezas recreativas, y no como las preguntas que son. Ventajas sensoriales que acasonos conduzcan al sentido adscrito.

Pues estos serpentines de alquimista parecenexplorar, más que sublimar, las intermitencias de lo real tangible con la lógica recreativa. Sugestivametáfora de la integración – ¡ abajo los muros ! -y también de la reproducción asistida por el Arte,aquélla que bendice el gusano del proverbio.

El arte de D. Díaz ha ido escapando de la banalidad ambiental ( esa infección de incompetencia y amañadura que puebla las rotondas de esta Isla ) por el rigor extremo con quese plantea su trabajo. La obra más reciente, salidade su taller de El Carrizal, no hace sino prolongar su tirón habitual por espacializar el trompe l’oeil ,esa técnica que en castellano se traduce por ‘trampantojo’ ( trampa ante ojo : trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es), o ‘engañifa’. Un quiebro óptico al enigma imaginable tras el muro.

Se trata de una técnica bastante usual en las artes ornamentales, a la que se prefiere dar el nombre de ‘efecto’. El ‘efecto Díaz’ es de tipo hipnótico, pues suspende por instantes a quiense demora ante una de sus piezas, hasta caer en la cuenta de que el tiempo pasa y hay más que ver en la sala. Prueba de que el efecto ha ido madurando en el artista y puede llamarlo inventiva, cualidad que sólo se consigue en el aislamiento y la exigencia propia, descartando expresarse en los sucedáneos clónicos o escolásticos que se llevan en la escultura actual.   

Lo que hace de Domingo Díaz un artista fiable es comprobar la continuidad en la excelencia de un trabajo fiel a sus reflejos – lo que antes llamábamos ‘inspiración’ – y siempre con voz propia, despegado del seguidismo clónico que se nos propone como escultura. Tal magnitud cualitativa justifica su larga ausencia de las galerías y salas de exposición, cargando las baterías para, tras los golpes bajos, volver a la batalla.   

Un talento, el de Díaz, que no debiera extraviarse  en el desierto insular, tan falto de oportunidades de sobrevivir como artista, sino buscar su expansión en Tierra Firme. Donde acaso también pinten bastos, pero donde hay muchos más ojos dispuestos a dejarse seducir por la poética del espacio. Por la inventiva, que es lo que le sobra a este escultor injustamente oculto en la maraña local.

ÁNGEL SÁNCHEZ

(octubre, 2004)